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Artigos: Cuba
El humor y los tiranos PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 06 de Agosto de 2013 08:47

Por Carlos Alberto Montaner.-

No hay nada que los tiranos teman más que al humor. Suele olvidarse que la primera publicación que resultó clausurada en Cuba fue Zig-Zag. Se trataba de un gracioso semanario, ilustrado con excelentes caricaturas, que en 1959, entre risas y bromas, a los pocos meses de inaugurado el manicomio, hacía las críticas más severas a la dictadura estalinista que comenzaba a arraigar.

Leopoldo Fernández, Tres Patines, debió exiliarse al poco tiempo..

Leopoldo Fernández, Tres Patines, debió exiliarse al poco tiempo, porque en una obra de teatro bufo aparecía en escena junto a diversos cuadros de personajes importantes, y entre ellos estaba uno con la foto de Fidel Castro. Leopoldo lo tomó entre las manos y, riendo, exclamó: “déjenmelo, que éste lo cuelgo yo”. Tuvo que escapar a galope.

En la España de Franco no se podía caricaturizar al Caudillo, ni hacer la broma más inocente en torno al personaje. La Codorniz, que era un semanario humorístico de derecha, pero inteligente, pícaro y punzante, como corresponde al género, fue multado por publicar un parte del tiempo que decía: “en España reina un fresco general proveniente de Galicia”. Con Franco no se podía jugar.

La clave de esa actitud está en la forma en que se ejerce el poder en las tiranías. El jefe se impone por el miedo. Como explica Maquiavelo en El Príncipe, la obediencia no se debe al amor, sino al terror, y éste siempre es solemne. No es una cuestión del corazón, sino de la vejiga.

Además, ésta es la forma de ejercer la autoridad que disfruta el simio Alfa instalado en la cúspide. Le gusta intimidar a sus subordinados y siente un enorme placer cuando tiene pruebas de que sus enemigos le temen. Para eso manda. Ahí radica su goce.

Para este tipo de psicópata, que dedica la vida a ascender hasta la cima, la recompensa emocional se encuentra en percibir los efluvios de una muchedumbre que se le entrega en medio de una mezcla de sentimientos encontrados en la que prevalece el miedo. Es como el padre o el cónyuge abusador: su placer está en ver el pavor en los ojos del otro.

En Cuba, la dictadura fusiló al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony la Guardia por diversas razones, pero la más grave, a juicio de Fidel Castro, fue la grabación que le entregó la inteligencia en la que se escuchaba a estos personajes burlándose y haciendo chistes sobre “el Viejo”. Habían perdido el temor reverencial que Castro exige y esa actitud era imperdonable. Por eso los mató. Ya no lo “respetaban” y, dentro de la lógica del poder dictatorial, esa actitud es la antesala de la conspiración.

Guillermo Álvarez Guedes, desde el exilio sembró de chistes a Cuba, como quien coloca minas en un campo enemigo

Hace pocos días murió Guillermo Álvarez Guedes. Fue un excelente comediante que desde el exilio sembró de chistes a Cuba, como quien coloca minas en un campo enemigo. Su humor irreverente era explosivo y el régimen lo temía, pero no podía evitar que los casetes circularan de mano en mano. Incluso, ellos los escuchaban y reían, pero a escondidas, porque un buen revolucionario no podía rendirse ante un adversario gracioso y entregarle algunas carcajadas. Los buenos revolucionarios sólo pueden reírse del imperialismo yanqui. Pobre gente.

Termino con una anécdota que nos contó Armando Roblán, otro gran comediante y humorista cubano muerto en enero pasado. Como es casi increíble, doy fe de que me hizo el relato en presencia de la escritora Olga Connor, en su acogedora casa de Coral Gables.

Roblán tenía, entre otros talentos, el de la imitación. En 1959 imitaba a Fidel estupendamente. En los teatros y la televisión, se ponía barbas y un uniforme verde oliva, e imitaba al entonces joven Comandante, incluida su voz gangosa de adolescente afónico, cargada con una ligera entonación del oriente de la Isla. Algunos despistados hasta lo aplaudían porque daban por sentado que era el mismísimo Máximo Líder, como ya se le decía adulonamente.

Una tarde, Roblán recibió una misteriosa llamada telefónica. Era una dama apasionada que quería tener una cita íntima con él. Roblán era joven y soltero, así que la citó en un sitio público para saber si la mujer se parecía a su voz bella y seductora, o si era una broma, o acaso una señora con bigote y 500 libras de peso.

Era una muchacha preciosa. Quería, en efecto, acostarse con él, pero le puso una curiosa condición. Tenía que colocarse la barba postiza y hablarle en la cama como si fuera Fidel.

–¿Qué hiciste? –le pregunté.

–Cedí en todo. Me pasé la tarde haciéndole el amor mientras ella se excitaba cuando yo gritaba: ¡Fidel, seguro, a lo yanquis dales duro!

El humor a veces tiene unas inesperadas consecuencias.

Tomado de INFOLATAM

 
Sindicalismo por cuenta propia PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 06 de Agosto de 2013 09:20

Por Yoani Sánchez.-

La Oficina Nacional de la Administración Tributaria (ONAT) abre sus puertas y hay decenas de personas aguardando desde muy temprano. Una empleada explica a gritos dónde debe ubicarse la cola para cada trámite, aunque pasados breves minutos la confusión volverá a reinar. En un buró, sin un ordenador, otra funcionaria escribe a mano los detalles de cada caso atendido. La pared tras sus espaldas está manchada de humedad, el calor es insoportable y a cada rato alguien la interrumpe para pedirle unas planillas. Una institución que recauda anualmente millones de pesos en impuestos, sigue con los pies de barro de la precariedad material y la mala organización. Locales congestionados, trámites interminables y falta de información, son sólo algunos de los problemas que lastran su gestión.

Sin embargo, los tropiezos no terminan ahí. La inexistencia de mercados mayoristas estables y con productos diversificados, frenan también al sector privado. Los inspectores llueven sobre las cafeterías, restaurantes y demás negocios autónomos. La huelga o cualquier demostración pública para que se reduzcan los gravámenes, siguen terminantemente prohibidas. De los cuentapropistas se espera que contribuyamos al presupuesto nacional, pero no que nos comportemos como ciudadanos dispuestos a reclamar. El único sindicato permitido, la Central de trabajadores de Cuba (CTC) intenta absorbernos en sus encorsetadas estructuras. Pagar una mensualidad, participar en esos congresos donde poco se logra y desfilar apoyando al mismo gobierno que despide a miles de empleados; a eso quieren reducir nuestras acciones colectivas. ¿Por qué no se crea y legaliza una organización propia, no manejada de forma gubernamental? Una entidad que no sea polea de transmisión desde el poder hacia los trabajadores, sino a la inversa.

Lamentablemente la mayoría de los cuentapropistas no repara en que la independencia salarial y productiva, tiene que venir aparejada con la soberanía sindical. Muchos temen que al menor atisbo de exigencia se les retire la licencia o se tomen otras medidas contra ellos. Por eso callan y aceptan las ineficiencias de la ONAT, la incapacidad de importar materias primas desde el extranjero, los excesos de los inspectores y otros tantos obstáculos. Tampoco las organizaciones de la emergente sociedad civil han logrado capitalizar las necesidades de este sector y ayudarlo a alcanzar representatividad. La necesaria alianza entre grupos sociales que comparten inconformidades y demandas, no acaba de concretarse. Así que nuestra reivindicaciones laborales siguen postergadas, entre el miedo de algunos y el descuido de otros.

Tomado de GENERACIÓN Y

 
Fidel responde que no desarrollarían armas atómicas ¿Le cree usted? PDF Imprimir E-mail
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Viernes, 02 de Agosto de 2013 11:19

Por Huber Matos Araluce.-

El pasado 23 de julio (Patria Pueblo y Libertad) publicó un artículo titulado: Raúl Castro y un arma nuclear norcoreana para Cuba en el que se planteaba la hipótesis de que el contrabando de armas de la dictadura castrista a la norcoreana podía obedecer a una negociación por medio de la cual la tiranía en Cuba obtuviera “algún armamento atómico”.

Las razones que se exponen el artículo para tratar de explicar la absurda operación descubierta en Panamá y que ha hecho un gran daño al castrismo son las siguientes:

a) Que la aventura ha sido sencillamente una gran estupidez de Raúl Castro y sus asesores.

b) Que a cambio de las armas, componentes y otras ventajas, Corea del Norte  ayudaría a los castristas a hacerse de algún armamento atómico.


El artículo concluía señalando que:

“Por descabellada que pueda parecer la hipótesis, ante el desatino demostrado con por Raúl Castro y los norcoreanos es difícil descartar que, en medio de la decrepitud que impera en los hermanos Castro, el senil Fidel no haya insistido con Raúl en que los norcoreanos entregaran lo que él siempre quiso, las armas nucleares que Nikita Khrushchev  retiró de Cuba”.


Parecería que Fidel Castro se dio por aludido por este artículo o por alguno otro donde se exploraba el tema.  Según informa la agencia France Press el domingo 28 de julio el diario Juventud Rebelde publicó una carta que se le atribuye al dictador en la que dice:

“No vacilo en asegurar que aunque durante años nos negamos a suscribir acuerdos sobre la prohibición de tales armas porque no estábamos de acuerdo en otorgar esas prerrogativas a ningún Estado, nunca trataríamos de fabricar un arma nuclear”.

Esta declaración es sospechosa sobre todo cuando el gobierno del presidente Obama lejos de mencionar alguna intención bélica contra los Estados Unidos ha aclarado que el contrabando descubierto en Panamá no es considerado por Washington como un problema bilateral entre Cuba y los Estados Unidos.


Si Fidel Castro no hubiera negado que “nunca trataríamos de fabricar un arma nuclear” nosotros no habríamos insistido en la cuestión, pero su comentario nos obligó a revisar la hipótesis y encontramos algunos datos:

a) Que el régimen norcoreano puede suministra material radioactivo al castrista con el que un grupo terrorista puede construir lo que se conoce una “bomba sucia” en la que con explosivos convencionales se podría contaminar un área en una ciudad creando el pánico.

b) Los especialistas que dan seguimiento al desarrollo atómico norcoreano coinciden en que no es difícil para ellos  miniaturizar una bomba atómica.

c) Que Estados Unidos no tiene una defensa antimisil en su frontera sur sino en el norte.

d) Que ante el desarrollo de armamento atómico norcoreano y su capacidad balística, en abril de este año el Departamento de Defensa de los Estados Unidos anunció planes para instalar un avanzado sistema de defensa en Guam (Sistema de Defensa Aérea de Alta Altitud  Terminal –THAAD).  Además están reforzado en Alaska sus fuerzas de interceptores terrestres GBI y se están desplegando dos barcos de guerra equipados con misiles Aegis que habían sido anteriormente descartados.

e) Que Corea del Norte puede fabricar una bomba (EMP) que al hacer explosión convierte su energía en rayos Gamma.  Tal artefacto detonado en el espacio a 25 o 30 millas de altura sobre territorio norteamericano podrían paralizar a los Estados Unidos por un tiempo indeterminado.  Según la  Fundación Heritage una bomba EMP:

“cambiaria fundamentalmente el mundo. Los aviones caerían del cielo; la mayoría de los autos no podían funcionar; los equipos eléctricos fallarían.  Los sistemas de tratamiento de agua y todos los sistemas eléctricos fallarían simultáneamente.  Los bancos, la energía, el transporte, la producción de comida y de distribución de agua, los servicios de emergencia en incluso el Internet colapsaría”.

Aunque continuamos aclarando que el artículo anterior y este se encuentran en el plano de la hipótesis, ante la curiosa aclaración de Fidel Castro no se puede descartar que entre dos regímenes terroristas (el castrista y el norcoreano) se haya negociado transferencia de algún tipo de armamento nuclear a Cuba.  Corea del Norte lo ha hecho ya con Irán. Fidel Castro es un demente y ambos regímenes son expertos en el chantaje a los Estados Unidos y a Occidente.


Publicado con autorización de autor

Última actualización el Domingo, 04 de Agosto de 2013 10:51
 
Nunca más, 26 PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 03 de Agosto de 2013 01:50

Por Pedro Corzo.-


El golpe militar del 10 de marzo de 1952, desencadenó en Cuba una serie de acontecimientos que derivaron en un proceso insurreccional, que culminó con el establecimiento de un sistema político que situó al país en pleno escenario de la Guerra Fría.

El golpe, de una manera u otra, afectó la vida de todos los ciudadanos al extremo que es posible que si Fulgencio Batista y sus acólitos no hubiesen producido el "cuartelazo", Fidel Castro no habría tenido las oportunidades que le brindó un régimen que interrumpió un proceso constitucional, en el que hubieran sido elegidos democráticamente cuatro presidentes de manera consecutiva.

Pero Fidel Castro, que desde sus tiempos de pandillero, contó con una pequeña corte de incondicionales, nunca disfrutó de la confianza popular para lograr una de las muchas posiciones electas a las que siempre aspiró, ya como presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, la presidencia de la Facultad de Leyes o Representante a la Cámara, esta última se vio truncada por la acción que protagonizó el hombre del 4 de septiembre de 1933, nunca se vio respaldado por el voto popular.

Es de suponer que Castro recibió con agrado el golpe militar.  Sus muchos fracasos en las lides electorales le convencieron que era más fácil luchar con las armas que participar en una contienda electoral en la que el perdedor desaparecía sin gloria y el ganador, tenía que someterse periódicamente a la voluntad popular.

Las nuevas condiciones políticas del país fueron el caldo de cultivo para que Castro se proyectara a dimensiones qué ni sus asociados más íntimos, eran capaces de imaginar. Su ambición desmedida, un aguzado sentido de la oportunidad, la audacia que le caracterizaba, una absoluta falta de lealtad a los compromisos contraídos, su tenacidad y talento político, maduraron y fortalecieron en la medida que demandó el liderazgo que él mismo se impuso y que logró gracias a su naturaleza cruel y despiadada.

Evaluando el ataque y la personalidad del individuo que lo gestó y condujo, se puede concluir que fue una jugada arriesgada de todo ó nada, un escalón más en procura de una imagen de héroe que todo lo podía y a todo vencía y a quien la derrota solo servía como trampolín para otro combate.

Castro, que se había fogueado entre gánster, actuaba como "guapo de pandilla", peleaba, corría riesgos pero estaba listo para salvar la vida, su audacia era complementada con un aguzado sentido para cambiar de bando en el momento oportuno, que nunca le falló en las traiciones que le infligió a grupos como el MSR o a la UIR.

Le protegió el obispo de Santiago de Cuba, Enrique Pérez Serante y más tarde el teniente del ejército, Pedro M. Sarriá Tartabull. El proceso judicial al que fue sometido le fue favorable, habló todo lo que quiso, acusó al régimen y dictó un documento de compromisos políticos que le igualaban de un golpe, con los líderes políticos de la nación.

A pesar que el ataque al Cuartel Moncada fue un rotundo fracaso por lo mal planeada y organizada que estuvo la operación por quien después se auto titularía Comandante en Jefe, y a quien sus sicarios han gustado presentar a través de los años como un excepcional estratega militar, los sobreviviente del asalto han logrado imponer un régimen que ha llevado a Cuba a la destrucción moral y material.

La crisis política que padecía la nación fue la coyuntura ideal para que en el país se estableciera una dictadura carismática-ideológica, al extremo que sería irracional negar que el primero de enero de 1959 y los meses siguientes, fueron jornadas luminosas para la mayoría de la población, mientras las minorías eran victimizadas.

Pero el terror y sus consecuencias, el miedo y la parálisis social, no tardaron en difundirse. El país se fue hundiendo económicamente. Se escindieron amistades y familias. La miseria, cárcel, exilio y la muerte,  fueron derivaciones que afectaron a toda la sociedad.

Sesenta años después del Moncada y a cincuenta y cuatro del triunfo de la revolución,  hay muy poco de lo que se pueda enorgullecer el castrismo.

En la isla se ha establecido  una nomenclatura que ha disfrutado sin interrupción del poder absoluto, que ha degradado tanto a la nación que el propio Raúl Castro, el otro arquitecto de la dictadura, no tuvo otra alternativa que criticar públicamente.

Raúl, el hermano de Fidel, el hombre que ponía más argamasa en cada ladrillo sobre el que se sostiene la estructura del totalitarismo, dijo: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”.

La realidad es que la vagancia, irresponsabilidad, la vulgarización del lenguaje, las costumbres y la masificación, exterminaron al ciudadano. La corrupción, el abuso de poder y el cisma provocado por el sectarismo moral e ideológico impulsado por el castrismo, han alcanzado niveles nunca imaginados.

El totalitarismo es el principal responsable de la casi generalizada corrosión moral de la nación, en consecuencia no se puede confiar que un proceso de Sucesión comandado por  el dictador designado pueda conducir al país a la libertad y la democracia.

No hay cambios posibles bajo la férula de Raúl Castro, porque han construido una sociedad que salvo excepciones, ha perdido las esperanzas.

 
Apuntes para la transición PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 29 de Julio de 2013 15:23

Por A. G. Rodiles y A. Jardines.-

La reconstrucción democrática solo será posible si se involucra al mayor número de cubanos.  

- La oposición debe articularse y proyectarse dentro y fuera de la Isla con un peso cívico y político.  

- Debemos mostrar que somos una opción de gobernabilidad, capaz de generar un entramado político y jurídico que llene cualquier vacío.  

El panorama político de la Isla se ha dinamizado en los últimos tiempos. En la arena internacional el hecho de mayor impacto ha sido sin dudas la muerte de Hugo Chávez y su sucesión materializada en Nicolás Maduro, un hombre con muy pocas herramientas políticas, que a pesar de muchos pronósticos ha logrado, por ahora, mantener cierto equilibrio.

Sin embargo, la difícil situación económica por la que atraviesa Cuba y el incierto escenario chavista, hacen que el totalitarismo cubano evite apostar todas sus cartas a Venezuela.  

Para la elite en el poder, el tiempo, como parte de la ecuación política, se convierte en la variable más importante. El relanzamiento de su posición en la arena internacional pasa a ser parte de sus prioridades. Mostrar un nuevo momento en las relaciones con Europa y Estados Unidos se vuelve vital en la búsqueda de nuevos socios económicos y políticos que le brinden estabilidad y legitimidad.  

En el interior de la Isla, las transformaciones en el sector económico no generan una nueva impronta dado los años de estatismo acumulado, la descapitalización y la precaria situación de múltiples sectores.

Un proceso de verdaderas reformas implicaría acciones más profundas que dinamicen una realidad que ya se anuncia como desastre social, reconocido incluso por Raúl Castro en su última intervención. Pero el miedo a perder el control se convierte en obsesión y principal obstáculo.  

La posibilidad de viajar de algunos opositores representa en este sentido el paso más audaz que ha dado la elite en el poder, una clara apuesta a mejorar su imagen en el exterior y sacudirse el estigma de la falta de libertad de movimiento. Es muy probable que esta movida esté manejada bajo el presupuesto de que algunos tragos amargos no serán más que eso, que la realidad seguirá metida en su habitual camisa de fuerza, porque los opositores no pasaremos del nivel mediático y al regresar a Cuba, el control absoluto de la Seguridad del Estado y la falta de articulación social, mantendrán todo en su lugar.  

Ante este escenario se hacen necesarias algunas preguntas: ¿Está la sociedad cubana en condiciones de pujar por mayores espacios de libertad e independencia?

¿Puede la oposición capitalizar políticamente sus viajes?

Entiéndase por capitalizar nuestra capacidad de articularnos y proyectarnos dentro y fuera de la Isla como fuerzas prodemocráticas con un peso cívico o político en cada caso. Proyección que nos permita también terminar con el nefasto juego de gato y ratón con el que la Seguridad del Estado, como brazo del sistema, nos ha mantenido ineficientemente ocupados.

Se vuelve entonces imprescindible madurar como oposición y sociedad civil, lograr expandir las grietas de un sistema agotado que sostiene el control y el ejercicio de la violencia de Estado como elementos de contención social.  

La experiencia de múltiples transiciones muestra la importancia de comprender el momento del cambio como un paso dentro del proceso de reconstrucción nacional, visto como un punto de inflexión no discontinuo.

En un escenario extremo como el que enfrentamos, una transición exitosa implicará necesariamente la activa participación de capital humano preparado, con un fuerte compromiso social y una clara visión de la nación que desea construir.  

Sin un tejido social que represente cuando menos un microcosmos del meso y macrocosmos que visualizamos, será muy difícil edificar una democracia funcional.

Los ejemplos fallidos son abundantes y resulta irresponsable omitirlos. La conocida “primavera árabe”, devenida “invierno”, es el caso más reciente que muestra que la instauración de un sistema político necesita un proceso de maduración y articulación de su sociedad civil.

Imaginar el cambio y la reconstrucción de un país roto, fragmentado, no solo en el aspecto físico sino también en su dinámica social e individual, resulta ejercicio primordial si pretendemos la construcción de una democracia que contenga los ingredientes de toda nación moderna. 

Como oposición debemos romper con paradigmas que impliquen regresión y copia de lo que se ha vivido, en el que símbolos gloriosos, épicos y personalismos juegan un papel significativo. Un imaginario que cifra demasiadas esperanzas en una “chispa” expansiva y que suele aplazar un trabajo efectivo con vistas al mediano y largo plazo.  

Sería saludable igualmente reajustar una idea que ha dominado nuestras mentes durante más de medio siglo postrepublicano: la anhelada unidad de la oposición como única vía de presión efectiva para promover el cambio. Consideramos que el protagonismo principal de la transición debe recaer sobre la sociedad civil, mientras la oposición, como actor político, con un discurso y una acción coherente, debe pujar porque su representatividad tenga el alcance y la penetración necesaria.    

El viejo Hegel llevaba razón al afirmar que “todo lo que un día fue revolucionario se vuelve conservador”. Las palabras pierden su sentido original y se resemantizan al cambiar el contexto que las alimentó y sostuvo, tan es así que la propia lógica de las revoluciones se vuelve en su contra.  

El acto verdaderamente revolucionario es un gesto brusco, un momento de ruptura que trastoca el orden establecido. Las revoluciones todas, incluyendo las científicas, están diseñadas para transformar,  socavar las bases del modelo o paradigma anterior y, de esa manera, echarlo abajo.  

Entonces, lo novedoso en nuestros días es entender esa posible brusquedad como un instante dentro de un proceso, que debe estar permeado de los ingredientes que conforman las sociedades modernas, el conocimiento, la información, el pensamiento, el arte, la tecnología. La revolución es un momento de la evolución, pero no a la inversa.  

En la segunda década del presente siglo no podemos pensar en ningún proceso social sin tomar en cuenta el carácter transnacional de los mismos. En nuestro caso sería imposible analizar un tránsito a la democracia y un proceso de reconstrucción sin involucrar a la diáspora y al exilio con sus actores políticos. Si bien ellos no están anclados en la cotidianeidad de la Isla, son elementos vivos de la nación y como tal gravitan en ella.

En eso el cubano de a pie no se equivoca. En el imaginario del cubano una parte importante de la solución de nuestros problemas está en Miami (como genéricamente se define a la diáspora). La visión moderna de las sociedades contemporáneas debe llegar y, en nuestro caso, componerse en gran medida a través de una constante retroalimentación entre la Isla y su diáspora.

La oposición y el exilio deben ser, justamente, la bisagra que haga posible tal articulación.   Y este es, a nuestro modo de ver, el otro elemento que terminaría encuadrando el escenario cubano: cómo se imbrica en lo adelante la oposición con una sociedad civil transnacional de tal modo que la lógica binaria de lo interno y lo externo, de las figuras del “cubano de adentro” y del “cubano de afuera” llegue a su fin, para lo cual no es suficiente con reconocer, en un plano discursivo (como también lo hace el régimen) que no hay diferencias entre nosotros, que somos iguales, etc. Es algo más: somos un solo e indivisible cubano y ese único cubano debe tener su derecho a ejercer el voto y a influir en el presente y el futuro político de su país no importa en qué lugar del planeta se encuentre o resida. Se trata, para la oposición y el propio exilio, no solo de un problema político, sino conceptual.  

Como actores políticos debemos mostrar que somos una opción de gobernabilidad, exponer el capital humano del que disponemos, la capacidad que poseemos de generar un entramado político y jurídico capaz de llenar el posible vacío que dejaría la nomenclatura unipartidista; demostrar que podríamos garantizar la seguridad no solo para el país sino para toda la región y por último, aunque no menos importante, la capacidad para rebasar las campañas de los castristas en eventuales elecciones libres.

Este sería, quizás, el escenario más deseable en términos de expansión de la sociedad civil transnacional y del correlativo constreñimiento del Estado totalitario.

Estemos, pues, alertas para no confundir sucesión con transición; aprendamos a vernos y sentirnos como cubanos a secas y exijamos nuestros plenos derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales como aparecen reflejados en ambos pactos de la ONU. Admitamos que para la transición es tan necesario el capital humano disperso por las instituciones del Estado como las habilidades, el conocimiento y capital financiero de aquellos que han tenido que crecer lejos ―aunque no fuera― de su patria.  

El problema de la nación cubana es hoy el problema de la transición y la reconstrucción democrática, proceso que será posible solo si se involucra al mayor número de cubanos, vivan donde vivan. No decimos que la patria es de todos, lo cual es una declaración de jure; decimos que todos, juntos, hacemos la nación cubana, lo cual es ya una declaración de facto.


29 de julio de 2013

 
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