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La izquierda latinoamericana, una grave amenaza para la región, Por: Dr. Alberto Roteta Dorado PDF Imprimir E-mail
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Miércoles, 07 de Marzo de 2018 14:02

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El grave peligro que representa para América Latina el posible retorno o la instauración por vez primera de regímenes de carácter socialista – ya sean de un socialismo según el patrón cubano-venezolano, o como diría Álvaro Uribe Castro-chavismo, en este caso el peor de todos los posibles males, o formas atenuadas por modificaciones de carácter conceptual un tanto o demasiado alejadas de los preceptos marxistas; pero al fin de cuentas, “socialistas” también– se hace patente en este 2018 en que un grupo de naciones tendrán elecciones presidenciales y algunas parlamentarias además de las primeras


La izquierda latinoamericana, una grave amenaza para la región.

Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.

Santa Cruz de Tenerife. España.- Hace solo tres meses me referí a la situación decadente de la izquierda en Latinoamérica. En el artículo El socialismo, su total derrota no significa el fin de su existencia, publicado en varios sitios con los que suelo colaborar afirmé: “Decir que se extinguió definitivamente su llama resulta tan utópico como la propia idea de concretar con éxito su consumación como acto. Está latente, y de manera solapada sus defensores, cual espectrales sombras que se resisten a aceptar sus reveses, intentan hacer de las suyas. Revivirlo es su meta. Tal vez el dogmatismo y los severos efectos de un adoctrinamiento progresivo durante sus vidas los hacen seguir viendo esta modalidad política como su ideal”.

Y aunque tal vez no se vea bien autocitarse por aquello de la modestia, la humildad o cualquiera otra superficialidad, lo cierto es que esta valoración parece cumplirse, por cuanto se están gestando en algunas naciones de la región ciertos planes con la intención de que renazcan algunos focos de tendencia izquierdista, esta vez sin que se utilicen los gastados términos de Socialismo del siglo XXI, o sin que se invoquen las ya muy mal vistas imágenes de aquellos que en algún momento fueron utilizados como símbolos impulsores de los movimientos “progresistas” y partidos “democráticos”.

Pero no importa que se omitan nombres, emblemas, sentencias, figuras, eslogan, etc., la idea está latente y de manera sutil, aunque alevosamente, tiende a avanzar por escabrosos caminos toda vez que se ha logrado como pocas veces un sentido de unidad en la región en los últimos meses. Recordemos la labor meritoria del Grupo de Lima en pos de la restauración del orden democrático en la hermana nación venezolana, algo que demuestra ese sentido de integración llevado a una praxis que ya está resultando positiva y con efectos concretos en el resto de la comunidad internacional.

El grave peligro que representa para América Latina el posible retorno o la instauración por vez primera de regímenes de carácter socialista – ya sean de un socialismo según el patrón cubano-venezolano, o como diría Álvaro Uribe Castro-chavismo, en este caso el peor de todos los posibles males, o formas atenuadas por modificaciones de carácter conceptual un tanto o demasiado alejadas de los preceptos marxistas; pero al fin de cuentas, “socialistas” también– se hace patente en este 2018 en que un grupo de naciones tendrán elecciones presidenciales y algunas parlamentarias además de las primeras; y lamentablemente en varias de estas hay candidatos aspirantes a la presidencia del país que representan a partidos y movimientos de esa izquierda decadente a la que me he referido.

El caso más crítico es el de Colombia, país en el que por primera vez las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, –ahora convertidas en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, nombre del partido que conformaron tras desarmarse como guerrilla conservando sus iniciales– tienen representatividad en las candidaturas a la presidencia, por cuanto a partir del pacto de la paz se les permitió a dicho movimiento, de carácter eminentemente terrorista, participar en la vida política del país.

Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, líder de dicho movimiento, ha tenido la desvergüenza de formalizar su candidatura, aunque en el preludio de su campaña promocional se tuvo que retirar ante las agresiones del pueblo colombiano. No obstante, este narco-guerrillero, terrorista, acusado y sentenciado reiteradamente por la ley colombiana por diversos crímenes – incluidos asesinatos– no es el caso más preocupante toda vez que con el 1% de aceptación, según encuestas, no podrá por el momento alcanzar sus objetivos, amén de que su estado de salud no le permitirá cumplir su deseo. (Se le diagnosticó hace solo unos meses una grave enfermedad cerebro-vascular que rebasó, por lo que recibió tratamiento y rehabilitación en Cuba, y actualmente se encuentra hospitalizado con diagnóstico de un infarto cardíaco en un centro hospitalario de la localidad de Fusagasugá, a 77 km de Bogotá).

Pero vale la pena detenernos en el mensaje que dejó muy claro en sus primeras presentaciones públicas – lo poco que pudo decir antes de ser rechazado por centenares de personas– como renovador de "la vieja clase política". Timochenko propuso “un despertar general, una toma de conciencia, en el sentido de que cambiar las cosas es posible", y esto huele a socialismo distorsionado a la usanza latinoamericana, y de manera muy particular al llamado que hiciera Hugo Chávez a los venezolanos para inculcarles el sentido de la destrucción de todo lo existente mediante el mensaje subliminar de las renovaciones y transformaciones.

“Para atacar los vicios de la vieja clase política que aquí todavía permanecen y buscan infiltrase por todos lados” (…) “Yo pido que nos elevemos y que tengamos toda la resolución individual y colectiva para triturar esos viejos vicios”, expresó Chávez cuando recién comenzaba en sus andanzas comunistas. Ya todos sabéis como se logran “cambiar las cosas”, según pretende el criminal Timochenko y lo que significa triturar “esos viejos vicios” como dijera Chávez.

Colombia se convierte así en un país de extrema vulnerabilidad con la participación de las FARC en los asuntos políticos de la nación; pero insisto en que no es Timochenko quien debe preocuparnos, aunque resulta demasiado dañino para la imagen del país que un partido con estos antecedentes se insertara en la política nacional y que su líder esté aspirando a la presidencia del país, aunque esto solo sea de manera imaginativa en una mente perversa y desequilibrada como la de la mayoría de los criminales de este rango.

Lamentablemente Colombia tiene otro candidato que representa a la izquierda, y que también estuvo vinculado a las FARC. Me refiero a Gustavo Petro representante de Colombia Humana, quien fuera senador de la República y alcalde de Bogotá; y aunque los analistas de varias fuentes coincidieron en la idea de que sus posibilidades de crecer fueran muy pocas, amén de que vaticinaron cierto decrecimiento para marzo, cuando estaba ocupando el segundo lugar con un 13%, según encuestas – solo superado por Sergio Fajardo (15%), por Coalición Colombia–, lo cierto es que actualmente está en el primer puesto de la popularidad como candidato presidencial. De acuerdo con los resultados de la más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría logró un 22% de la intención de voto, con lo que Sergio Fajardo resultó desplazado a un segundo lugar con un 16%. Hay encuestas donde se mantiene en el primer lugar, pero con un inexplicable empate técnico con Iván Duque, representante del Centro Democrático, y senador de la República, por cuanto este último desplazó rotundamente a Sergio Fajardo que descendió al 11% a pesar de sus prometedoras propuestas económicas y educacionales.

Como resultaría interminable referirme de modo detallado a la trayectoria del controversial aspirante a la presidencia por el Movimiento Colombia Humana me limitaré a refirmar que estuvo vinculado a las FARC como militante del M-19 a partir de 1977. En esta etapa su alias era “Comandante Andrés o Aureliano” – siguiendo la idea del personaje de García Márquez, Aureliano Buendía–. Estuvo en prisión por implicaciones relacionadas con dicho movimiento entre 1985 y 1987, tras lo cual se mantuvo en la clandestinidad con el grupo M-19.

Pero las cosas pueden variar, y aunque no creo que lleguen a un viraje radical, si considero que al menos dos candidatos pueden cambiar de posición. Sergio Fajardo, por Coalición Colombia, puede llegar a reemplazar a “Don Aureliano”; algo que no hará variar mucho el panorama colombiano a solo dos meses de los comicios toda vez que su coalición no es más que la resultante de la fusión del Partido Verde, de orientación centro-derecha, con el Polo Democrático, que lamentablemente es también, como el movimiento de Gustavo Petro, de tendencia izquierdista.

Mientras que Iván Duque, el favorito de Álvaro Uribe, candidato de la derecha más extrema y líder político de radical oposición al acuerdo con las FARC, a pesar de ciertas especulaciones que envuelven su reputación – no peor que la de Petro y Timochenko–, cuya popularidad va en ascenso y es muy posible que logre superar a Gustavo Petro, es quien único pudiera salvar al país de las garras del comunismo, y poner freno a la intromisión de las FARC en los designios de la nación.

Por ahora se cree que el Centro Democrático aumentará sus escaños, aunque el eje del asunto es hasta donde podrá ser la cuantía del aumento como para lograr ese triunfo definitivo que podrá impedir que Colombia se convierta en otra Venezuela.

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Santa Cruz de Tenerife. España.- Hace solo tres meses me referí a la situación decadente de la izquierda en Latinoamérica. En el artículo El socialismo, su total derrota no significa el fin de su existencia, publicado en varios sitios con los que suelo colaborar afirmé: “Decir que se extinguió definitivamente su llama resulta tan utópico como la propia idea de concretar con éxito su consumación como acto. Está latente, y de manera solapada sus defensores, cual espectrales sombras que se resisten a aceptar sus reveses, intentan hacer de las suyas. Revivirlo es su meta. Tal vez el dogmatismo y los severos efectos de un adoctrinamiento progresivo durante sus vidas los hacen seguir viendo esta modalidad política como su ideal”.

Y aunque tal vez no se vea bien autocitarse por aquello de la modestia, la humildad o cualquiera otra superficialidad, lo cierto es que esta valoración parece cumplirse, por cuanto se están gestando en algunas naciones de la región ciertos planes con la intención de que renazcan algunos focos de tendencia izquierdista, esta vez sin que se utilicen los gastados términos de Socialismo del siglo XXI, o sin que se invoquen las ya muy mal vistas imágenes de aquellos que en algún momento fueron utilizados como símbolos impulsores de los movimientos “progresistas” y partidos “democráticos”.

Pero no importa que se omitan nombres, emblemas, sentencias, figuras, eslogan, etc., la idea está latente y de manera sutil, aunque alevosamente, tiende a avanzar por escabrosos caminos toda vez que se ha logrado como pocas veces un sentido de unidad en la región en los últimos meses. Recordemos la labor meritoria del Grupo de Lima en pos de la restauración del orden democrático en la hermana nación venezolana, algo que demuestra ese sentido de integración llevado a una praxis que ya está resultando positiva y con efectos concretos en el resto de la comunidad internacional.

El grave peligro que representa para América Latina el posible retorno o la instauración por vez primera de regímenes de carácter socialista – ya sean de un socialismo según el patrón cubano-venezolano, o como diría Álvaro Uribe Castro-chavismo, en este caso el peor de todos los posibles males, o formas atenuadas por modificaciones de carácter conceptual un tanto o demasiado alejadas de los preceptos marxistas; pero al fin de cuentas, “socialistas” también– se hace patente en este 2018 en que un grupo de naciones tendrán elecciones presidenciales y algunas parlamentarias además de las primeras; y lamentablemente en varias de estas hay candidatos aspirantes a la presidencia del país que representan a partidos y movimientos de esa izquierda decadente a la que me he referido.

El caso más crítico es el de Colombia, país en el que por primera vez las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, –ahora convertidas en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, nombre del partido que conformaron tras desarmarse como guerrilla conservando sus iniciales– tienen representatividad en las candidaturas a la presidencia, por cuanto a partir del pacto de la paz se les permitió a dicho movimiento, de carácter eminentemente terrorista, participar en la vida política del país.

Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, líder de dicho movimiento, ha tenido la desvergüenza de formalizar su candidatura, aunque en el preludio de su campaña promocional se tuvo que retirar ante las agresiones del pueblo colombiano. No obstante, este narco-guerrillero, terrorista, acusado y sentenciado reiteradamente por la ley colombiana por diversos crímenes – incluidos asesinatos– no es el caso más preocupante toda vez que con el 1% de aceptación, según encuestas, no podrá por el momento alcanzar sus objetivos, amén de que su estado de salud no le permitirá cumplir su deseo. (Se le diagnosticó hace solo unos meses una grave enfermedad cerebro-vascular que rebasó, por lo que recibió tratamiento y rehabilitación en Cuba, y actualmente se encuentra hospitalizado con diagnóstico de un infarto cardíaco en un centro hospitalario de la localidad de Fusagasugá, a 77 km de Bogotá).

Pero vale la pena detenernos en el mensaje que dejó muy claro en sus primeras presentaciones públicas – lo poco que pudo decir antes de ser rechazado por centenares de personas– como renovador de "la vieja clase política". Timochenko propuso “un despertar general, una toma de conciencia, en el sentido de que cambiar las cosas es posible", y esto huele a socialismo distorsionado a la usanza latinoamericana, y de manera muy particular al llamado que hiciera Hugo Chávez a los venezolanos para inculcarles el sentido de la destrucción de todo lo existente mediante el mensaje subliminar de las renovaciones y transformaciones.

“Para atacar los vicios de la vieja clase política que aquí todavía permanecen y buscan infiltrase por todos lados” (…) “Yo pido que nos elevemos y que tengamos toda la resolución individual y colectiva para triturar esos viejos vicios”, expresó Chávez cuando recién comenzaba en sus andanzas comunistas. Ya todos sabéis como se logran “cambiar las cosas”, según pretende el criminal Timochenko y lo que significa triturar “esos viejos vicios” como dijera Chávez.

Colombia se convierte así en un país de extrema vulnerabilidad con la participación de las FARC en los asuntos políticos de la nación; pero insisto en que no es Timochenko quien debe preocuparnos, aunque resulta demasiado dañino para la imagen del país que un partido con estos antecedentes se insertara en la política nacional y que su líder esté aspirando a la presidencia del país, aunque esto solo sea de manera imaginativa en una mente perversa y desequilibrada como la de la mayoría de los criminales de este rango.

Lamentablemente Colombia tiene otro candidato que representa a la izquierda, y que también estuvo vinculado a las FARC. Me refiero a Gustavo Petro representante de Colombia Humana, quien fuera senador de la República y alcalde de Bogotá; y aunque los analistas de varias fuentes coincidieron en la idea de que sus posibilidades de crecer fueran muy pocas, amén de que vaticinaron cierto decrecimiento para marzo, cuando estaba ocupando el segundo lugar con un 13%, según encuestas – solo superado por Sergio Fajardo (15%), por Coalición Colombia–, lo cierto es que actualmente está en el primer puesto de la popularidad como candidato presidencial. De acuerdo con los resultados de la más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría logró un 22% de la intención de voto, con lo que Sergio Fajardo resultó desplazado a un segundo lugar con un 16%. Hay encuestas donde se mantiene en el primer lugar, pero con un inexplicable empate técnico con Iván Duque, representante del Centro Democrático, y senador de la República, por cuanto este último desplazó rotundamente a Sergio Fajardo que descendió al 11% a pesar de sus prometedoras propuestas económicas y educacionales.

Como resultaría interminable referirme de modo detallado a la trayectoria del controversial aspirante a la presidencia por el Movimiento Colombia Humana me limitaré a refirmar que estuvo vinculado a las FARC como militante del M-19 a partir de 1977. En esta etapa su alias era “Comandante Andrés o Aureliano” – siguiendo la idea del personaje de García Márquez, Aureliano Buendía–. Estuvo en prisión por implicaciones relacionadas con dicho movimiento entre 1985 y 1987, tras lo cual se mantuvo en la clandestinidad con el grupo M-19.

Pero las cosas pueden variar, y aunque no creo que lleguen a un viraje radical, si considero que al menos dos candidatos pueden cambiar de posición. Sergio Fajardo, por Coalición Colombia, puede llegar a reemplazar a “Don Aureliano”; algo que no hará variar mucho el panorama colombiano a solo dos meses de los comicios toda vez que su coalición no es más que la resultante de la fusión del Partido Verde, de orientación centro-derecha, con el Polo Democrático, que lamentablemente es también, como el movimiento de Gustavo Petro, de tendencia izquierdista.

Mientras que Iván Duque, el favorito de Álvaro Uribe, candidato de la derecha más extrema y líder político de radical oposición al acuerdo con las FARC, a pesar de ciertas especulaciones que envuelven su reputación – no peor que la de Petro y Timochenko–, cuya popularidad va en ascenso y es muy posible que logre superar a Gustavo Petro, es quien único pudiera salvar al país de las garras del comunismo, y poner freno a la intromisión de las FARC en los designios de la nación.

Por ahora se cree que el Centro Democrático aumentará sus escaños, aunque el eje del asunto es hasta donde podrá ser la cuantía del aumento como para lograr ese triunfo definitivo que podrá impedir que Colombia se convierta en otra Venezuela.

Última actualización el Viernes, 09 de Marzo de 2018 05:21
 

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