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Matanza en las universidades PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 02 de Julio de 2014 10:03

Por José Prats Sariol.-

Tras el escándalo —hace apenas unas semanas—  de la venta del examen de Matemáticas para el ingreso universitario, ahora el ministro Rodolfo Alarcón Ortiz anuncia en Matanzas la matanza de fusionar universidades, reducir las actuales 69 a una por provincia, más las de Ciencias Médicas.


El nuevo escándalo pone en peligro miles de puestos de trabajo, ciertamente ociosos, aunque desde luego no involucra, de ahí su error de base, al arcaico Ministerio de Educación Superior, principal gravamen negativo por el autoritarismo que representa y por el costo que agobia el famélico presupuesto nacional.

Alarcón Ortiz rompe, desde luego, por el lado débil, bajo. Como buen burócrata no piensa solo en la parodia del dogma materialista —"El burócrata ni se crea ni se destruye, se traslada"—, sino también en cómo crecer, al menos mantenerse.

Si sensata, aunque dura, es la fusión de universidades, más racional es pensar en cómo favorecer la autonomía universitaria. Pero ahí no llega la mentalidad piramidal del ministro, del sistema. Entre las palabras estigmatizadas está, precisamente, autonomía. Con cualquier apellido, aquí universitaria.

Las ordenanzas siguen cayendo del techo ideológico y administrativo, con el valor adicional de justificar la inflada plantilla del ministerio, los gastos del ministro, de viceministros y directores, de inspectores y más inspectores de las universidades, hace años fuera del ranking mundial de educación superior y en vergonzosos puestos entre las latinoamericanas.

Con aterciopelado acento, el ministro afirmó la meta de "utilizar los recursos humanos con más racionalidad". Parecería propio de una comedia de enredos, no de un proyecto con un mínimo de cientificidad. Porque en realidad, ¿a qué obedece el plan y qué se busca con su progresiva implementación?

Terriblemente sencillo: recrudecer los controles y cultivar más miedo. Ahí está la almendra escondida, implícita, solapada. Lo de menos es lograr detener la caída libre en planes, programas y textos, en investigaciones y convenios, en calidad competitiva de los egresados.

La fusión decreta —es obvio— miles de desempleados. Les tocará, como siempre, a los no militantes en el Partido o en la Juventud Comunista. Les tocará, como siempre, a los "hipercríticos", "desafectos", "no combativos"... Aunque, como siempre, se salvarán de la calle desde la angelical querida del rector hasta su chofer, cómplice en hurtos y escapadas. Y quizás —¿ya aprendieron?— una bien estudiada cuota para la "equidad" racial, de género y generaciones. La calificación técnica y profesional, como siempre, se subordinará a lo mismo que ha hundido al país. ¿O se nos ha olvidado la frase lapidaria de que la universidad es para los revolucionarios?

No hay arreglo, ni en este caso preocupa a la elite gobernante que lo haya a cercano plazo. Sus hijos —como ha sucedido desde las primeras promociones de preuniversitario en las escuelas Camilo Cienfuegos— irán a estudiar a Europa. Y como está el país, con esos pocos bastará para sujetar las riendas. Lo demás es negocio: Ciencias Médicas en primer término: entrada de divisas, slogan publicitario.

Imagino cómo pasarán este verano los trabajadores universitarios matanceros. Cuántos temores hasta que llegue septiembre y sepan quién se va, quién cambia, quién se jubila, quién pasa a vender maní frente al teatro Sauto o collares de canutillo a la orilla turística del río Yumurí o del San Juan.

No excluyo, desde luego, a los profesores. Muchos de ellos, lamentablemente, improvisados o de escasas luces para la educación terciaria, pero en fin de cuentas víctimas del populismo triunfalista que les hizo creerse lo que no eran. Quizás con el consuelo de que como cuentapropistas, tras el sacrificio de la vocación, ganarán más.

Se trata, en fin, de una despiadada hipoteca que no puede esconderse como un avestruz ante los leones de la realidad. La matanza, el cierre, se sabe que es imprescindible para que la enseñanza universitaria cubana trate de salir del hueco, en dos o tres promociones de egresados.

Pero así no. Hay que empezar por otorgarles a las quince que sobrevivan la autonomía imprescindible para despolitizarlas y descentralizarlas —es decir, humanizarlas—; que actúen bajo principios democráticos, como la elección del rector con participación de las asociaciones estudiantiles, para solo poner un ejemplo, abarcador de decanos, jefes de departamentos y hasta nuevos profesores seleccionados mediante concursos.

Nuestras universidades, además, desafían los enormes fenómenos inherentes al mundo actual: vertiginosidad informática y proyecciones de perfiles amplios, vincularse a sectores productivos capaces de financiar las investigaciones y reciclaje obligatorio, estimular estudios interdisciplinarios y libre intercambio con universidades del planeta, buscar inversiones a largo plazo y evitar que la "experiencia" se erija en "verdad", favorecer estudiantes no estresados por la ferocidad de las evaluaciones, el salvaje mercado laboral y los mitos del éxito...

Sin embargo, lo que sí elude el complejo desafío —válido en cualquier otro país— es la matanza de universidades en Matanzas para buscar más control, ejercer más poder desde arriba, aplastar disidencias. Por ahí nos seguimos empapelando, señor ministro. La incredulidad funciona mejor que su demagogia. Usted sabe. Los infelices matanceros también.
DIARIO DE CUBA

Última actualización el Jueves, 17 de Julio de 2014 13:50
 

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